Es preciso, pues, un nuevo referente político, capaz de corregir la dependencia que, tradicionalmente, han soportado los partidos de ámbito nacional respecto de los periféricos. Ese nuevo referente debería ser apto para pactar con ambos partidos cuestiones de Estado (imposible hasta ahora) y, sobre todo, patrocinar leyes en todo el territorio tendentes a garantizar la igualdad y libertad del ciudadano en contraposición a la exclusión habitual que los nacionalistas vehementemente promueven.
Los intentos surgidos para capitalizar una masa crítica suficiente de ciudadanos que pueda proporcionar los diputados necesarios al nuevo partido para influir en los dos grandes, a pesar del aparente éxito logrado por Ciudadanos, han fracasado hasta el momento, a falta de confirmar las expectativas de UpyD, última baza del constitucionalismo para acabar con el alelismo de PP y PSOE dominante en la política española.
El importante y difícil reto para Impulso Ciudadano se dibuja nítido y apremiante: aglutinar las diferentes familias antinacionalistas catalanas dispersas, desbrozar la maraña surgida tras la ruptura de Ciudadanos y allanar el camino hacia el entendimiento y cooperación de todas ellas con otras formaciones afines de ámbito estatal, incluido, por supuesto, el partido de Rosa Díez, que es, hoy por hoy, el único resplandor opuesto a la oscuridad actual del PSOE y la negrura en ciernes del PP. No basta con expresar el problema pues se ha repetido innumerables veces, urge un plan, una hoja de ruta, un proceso cuidado y prístino cuyo objetivo fundamental: derrota de las políticas excluyentes que se ejecutan en determinadas regiones, se alce por encima de cualquier otra consideración. Una vez conseguido esto, que en dicha coyuntura es prioritario, se puede pasar ya a la lucha política y la rivalidad ideológica, que es motivo principal, en condiciones iniciales normales, es decir, exentas de desigualdades.
En el éxito o fracaso de esta misión depende, en gran medida, la continuidad del movimiento no nacionalista, no ya en Cataluña, sino en la totalidad de España, debido, sin duda, a que la realidad de los valores étnico-centrífugos se extiende como negro y viscoso chapapote por todas las regiones, lenta pero inexorablemente, sin que el increíble estado menguante, a base de financiación extra y traspasos, haya acertado a detener.
A. Sánchez Ponce
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