Descripción de la asociación



La Asociación IMPULSO CIUDADANO se suma, como movimiento cívico, al servicio para la vigilancia de los derechos de los ciudadanos, la racionalización de las administraciones públicas y la regeneración de la vida política.

"La Cataluña virtual es omnipresente. La misión de Impulso Ciudadano debe consistir en hacer aflorar la Cataluña real".


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miércoles, 31 de marzo de 2010

PETROLINGÜISMO O COSA DE ROCAS

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En el año 2011 se elaborará el censo de población y viviendas que realiza cada diez años el Instituto Nacional de Estadística. El carácter exhaustivo del censo permite que los datos obtenidos no estén sujetos a limitaciones derivadas de la probabilidad estadística como en las encuestas o estudios de muestreo. Por eso, el censo es el instrumento adecuado para conocer, entre otras variables, la realidad sociolingüística en un territorio y las Naciones Unidas recomiendan la inclusión en los cuestionarios de preguntas sobre la lengua de identificación de la población (lengua materna, lengua propia y lengua habitual).

En este mismo orden de factores, la Ley de Política Lingüística obliga a la Generalitat a elaborar un mapa sociolingüístico de Cataluña que debe ser revisado cada cinco años. Un mapa sociolingüístico consiste en identificar los idiomas y las habilidades lingüísticas (comprensión, habla, lectura y escritura) de los residentes en una determinada zona.

Si siempre es trascendental conocer estos datos, ahora es más conveniente que nunca debido a los importantes cambios demográficos acontecidos por el fenómeno migratorio en Cataluña, y los efectos de la inmersión lingüística en la educación. Sin embargo, los grupos del tripartito y CiU se han opuesto recientemente en el Parlamento de Cataluña a la inclusión de preguntas de contenido lingïuístico en el censo; consideran que con la encuesta de usos lingüísticos es suficiente (la última se celebró en el año 2007 sobre una muestra de poco más de 7100 personas), y fundamentan su negativa en su elevado coste.

Es evidente que el nacionalismo catalán no tiene interés en fotografiar ni los idiomas ni las habilidades lingüísticas de los residentes en Cataluña porque el concepto de “lengua propia del territorio” es su único referente. Estamos, por lo tanto, ante una concepción geológica de la lengua catalana que pasa por encima de los derechos lingüísticos de las personas, es la lengua el sujeto de los derechos, no los ciudadanos. Así lo argumentó la diputada de ERC, María Mercè Roca, en el debate parlamentario: “…moltes persones que viuen a Catalunya tenen com a llengua primera o llengua pròpia, o llengua familiar, el castellà, i és veritat; i moltes persones, també, que viuen a Catalunya, tenen com a llengua primera l’àrab, o moltes d’altres. Però no parlem d’això, parlem del català com a llengua que s’ha format al mateix temps que s’ha format el territori. No és cap troballa ni és cap invent d’ara mateix, la llengua catalana ha nascut aquí i s’ha anat configurant en un país que s’ha configura alhora amb la llengua. Li ho repeteixo: podran haver-hi milions de persones a casa nostra que tinguin com a llengua primera o familiar qualsevol dels centenars de llengües que es parlen avui dia aquí, però només el català és la llengua és la llengua pròpia, només el català és la llengua territorial de Catalunya.”

Es decir, el hecho de que el castellano pudiera ser sociológicamente la lengua de la mayoría de los catalanes no constituye ninguna fuente de derechos para los ciudadanos que la hablan, puesto que en Cataluña lo trascendental es la lengua petrea, es decir, la conformada por el territorio. Después de analizar las clarificadoras palabras de la diputada Roca, habrá que revisar conceptos. Lo sustancial no es la sociolingüística, que es la disciplina que se ocupa de las relaciones entre lengua y sociedad, sino la petrolingüística porque lo fundamental es el análisis de las propiedades químicas, minerológicas, físicas y cronológicas de la lengua catalana con el territorio en el que se formó. Ya ven, la cuestión de la lengua a la que tantas y tantas páginas se le han dedicado es sólo una cosa de rocas.

José Domingo

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martes, 23 de marzo de 2010

MINGUA DE PAN

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Anda escaso el gobierno de plata en la faltriquera y de credibilidad en los mercados y quiere, debido a ello, meter mano al bolsillo, ya de por sí exiguo y maltrecho por la crisis, de la gente. Si bien es cierto que el estado del bienestar del que disfrutamos se consigue a través de los impuestos y cuando la coyuntura lo exige, como ahora es el caso, no hay más remedio que subirlos, lo que es discutible no es, pues, esta inminente subida, sino que sea el IVA el sujeto de la excepcional medida (ya veremos si cuando vengan bien dadas retorna a su valor), que es precisamente el impuesto al consumo, el que grava a todos por igual sin tener en cuenta el nivel de renta de cada uno.

Es comprensible que sea un sapo de mal tragar para el PSOE, debido al carácter no proporcional de este impuesto indirecto y de la voluntad por parte del gobierno de que sea ese y no otro el que se vaya a revisar, aunque cierre filas con Zapatero y sus ministros; esperada, pues, la postura de la izquierda minoritaria en contra de la subida del IVA prevista, ya sin remisión, para el próximo verano, teniendo en cuenta que la actuación va a descargar, sobre todo, en las espaldas de las clases medias y bajas, agobiadas por el bajo salario, la precariedad laboral y la excesiva tasa de desempleo.

Menos comprensible ha sido la escenificación de un pacto, no querido por nadie excepto por el Rey -creación de una comisión de un increíble mes de duración, inclusive- que ha supuesto una pérdida de tiempo y energías valiosos, que podrían haberse aprovechado para otros menesteres más productivos dada la delicada situación que atravesamos; otra vez más la galería ha primado sobre el tajo.

Los acontecimientos desbordan y no es momento de convidados de piedra ni de brindis al sol, experimentar en carne propia la sentencia de Per Abbat “Mala cueta es señores aver mingua de pan”, es muy duro para un gobierno ahogado por el elevado índice de paro que llega ya al 19% y un alto déficit que corregir, pero, a fe, que no lo es menos para una población esquilmada y maltratada no sólo por la situación económica, que, no habiendo sido provocada por los políticos, no saben cómo atajarla, sino también por la corrupción continua -y continuada- asentada en su seno. ¡Las palabras, cera, los hechos, acero!, está bien que hayan abandonado, por fin, la cera, pero, ya que toman el acero, no yerren en la estocada.

23/03/2010 A. Sánchez Ponce

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jueves, 18 de marzo de 2010

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En algunas ocasiones, en demasiadas diría yo, suele ocurrir que ante el silencio o el mimetismo de muchos la voz de algunos parezca la voz de lo razonable, de lo mesurado, de la verdad; en tanto que la voz de uno solo, que sólo trata de expresar una verdad que conoce, tiende a ser condenada por alterar la tranquila conciencia dominante. Y ello sin que importe demasiado que unos sean más y poderosos pero carezcan de verdad y que otro, u otros, sean uno o pocos y nada posean salvo esa verdad.

Todo esto me lleva hoy a recordar una historia que, si me permiten, voy a compartir con Vds.

Les voy a explicar un cuento.

Érase una vez un amigo mío médico y analista químico al servicio municipal de una población innominada cuya vida social y económica gira en torno a la explotación de un balneario de saludables aguas, fuente de la riqueza y de la prosperidad económica de todo el pueblo y eje en torno al cual se vertebra toda la vida del municipio.

Un día, mi amigo descubre al realizar sus prácticas analíticas que las aguas del balneario están contaminadas. La causa se halla en la proximidad de una zona insalubre de subsuelo putrefacto por donde filtran las aguas del balneario. Tras cerciorarse de la situación, concluye que hay un peligro gravísimo para la salud de los usuarios de dichas aguas.

Alarmado, y deseando evitar a la comunidad los problemas que puedan avecinarse, se dirige a los poderes locales para informar de su hallazgo y anuncia que la solución es el cierre temporal del balneario hasta que se emprendan nuevas obras que recojan las aguas en una zona más alta, alejada del foco de contaminación. ¡Se alegra de haber hecho el descubrimiento a tiempo! También anuncia que se cree en la obligación moral de anunciara sus conciudadanos tanto los hechos comprobados como la propuesta de solución y que para ello nada mejor que dirigirse a todos ellos a través del periódico local “La voz del Pueblo” que será la herramienta más rápida para tal cometido.

Sin embargo, temerosos de las consecuencias económicas que la difusión de tal noticia pueda producir entre los actuales y futuros clientes del balneario, de las pérdidas que la nueva situación conlleva y del coste que gravará las nuevas obras, las autoridades van retirando su apoyo a nuestro probo amigo y deciden actuar “con moderación” y minimizar los hechos para preservar así no sólo su propia gestión precipitada en la construcción del balneario, sino la riqueza económica del lugar que a todos les alcanza. Cuestión menor es que ello suponga silenciar la magnitud de la verdad y arriesgar la salud de todos.

Pero como el asunto ya ha trascendido, para evita la alarma exigen al químico que se retracte de sus afirmaciones so pena de ser destituido de su cargo, cosa que al final sucede, porque quien difunde opiniones que perjudican la prosperidad de su ciudad no es más que un enemigo del pueblo.

Nuestro hombre, atónito, escucha con estupor tales argumentos cargados de “seny” y moderación, y se horroriza de lo que ello significa. No son sólo las aguas lo que en la población está infectado.

Reunido el pueblo en Asamblea, las cosas son “convenientemente” presentadas por todos los poderes políticos, económicos y mediáticos. Y, como era de esperar, nadie quiere lo que pueda poner en peligro su abundancia. Y lo que pone en peligro esa abundancia es, sobre todo, la verdad; unas palabras que no desean oír. Queda sola y desautorizada la voz que la predica.

¿Les suena la historia? Es verdad. El supuesto amigo mío no es tal, sino el protagonista indoblegable de la obra de Henrik Ibsen “Un enemigo del pueblo”, publicada en 1.882. Entonces, como hoy, ahí queda el polémico e incómodo mensaje de Ibsen. Y es que la mentira, no es un mal menor, ni se legitima porque la suscriban muchos ni porque amenace la cómoda situación de una mayoría.

La historia sigue siendo muy actual, pero si la misma perturbó y fustigó la tranquila conciencia de la sociedad de entonces, hoy, más de cien años después, nuestra sociedad está algo más narcotizada y la voz irreductible de la verdad no logra despertar del letargo a una sociedad apática que ya ni siquiera tiene la prosperidad económica para salvaguardar.

Pero lo que sí sigue existiendo es unos poderes públicos, económicos y mediáticos celosos de su poder que no desean que otras solitarias voces aleguen sus razones y, menos aun, permitir que la verdad de éstas pueda amenazar privilegios consolidados. Y para ello extienden el miedo y favorecen la codicia. Pretenden que el individuo libre y veraz se subordine a esas autoridades que, escudándose en el deber de velar por el bien común que les legitima, hablan en nombre de todos pero operan, en cambio para perpetuarse en sus cargos. Las voces libres, ora en la Universidad, ora en cualquier otro foro social, son, en cambio, enemigos del pueblo.

Nuestro enemigo del pueblo hoy, como ayer, es quien desea expresar el pensamiento libre, quien desea transmitir a quien le quiera oír, su derecho como ciudadano libre de hacer pública la verdad, caiga quien caiga. Y ello, porque la razón es de quien la tiene, del no sujeto a vasallaje, y no de la mayoría mentalmente colonizada que se la arrogue.

Y sigue siendo difícil, muy difícil, y arriesgado decir lo que otros no quieren oír. Y ante ello, más o menos directamente, se recurre a silenciar por la fuerza, por la amenaza o por la exclusión. Ese es el precio que paga quien dice lo que desde el poder no se quiere oír.

Quienes tienen al rebaño controlado no admiten ovejas díscolas. Y díscolos son quienes se resisten al corsé impuesto por el poder, cualquiera que sea, y no se avienen a silenciar sus convicciones; quienes desde su conciencia de hombres libres, pese a quien pese, avanzan su verdad: que hay otra manera de vivir en sociedad; que no es preciso marginar ni humillar a nadie; que no hay que crear vallas cada vez más altas para que sólo los que mejor salten pasen a formar parte del club de los elegidos; que como valor social siempre será mejor la solidaridad que la competencia; que una sociedad que basa su paz en el silencio de los ofendidos es una sociedad enferma a la que hay que zarandear y hacerla consciente de su mal; y que, por encima de todo, debe haber un principio de igualdad de derechos entre seres humanos que ningún poder público puede violentar.

Mañana, alguien más querrá hablar en un Foro público, sea o no una Universidad. Mañana, alguien más querrá decir a muchos adormecidos que un inminente peligro nos acecha. Mañana, y dentro de muchos años, se seguirá luchando por el derecho a expresar la verdad desnuda frente al poderoso oropel de la mentira. Pero, quisiera pensar que, a diferencia de lo que ocurrió en la obra de Ibsen, nuestro hombre, cualquiera que sea, recibirá la atención de una sociedad menos adormecida, más despierta ante los derechos de otros, que no permita que la voz libre de la verdad sea considerada la de un enemigo del pueblo.

En la mente de todos nosotros están recientes sucesos en una universidad, pero también multitud de voces solitarias, pero irreductibles, que son el orgullo de todos nosotros y no han abdicado de la defensa de la verdad, y ello aunque ésta pueda ir en contra de su interés personal.

Mientras haya hombres o mujeres así no estaremos del todo perdidos.

María José Peña

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sábado, 13 de marzo de 2010

INTELLECTUM TIBI DABO

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Van por la segunda ronda y se esperan una tercera y una cuarta. Rondas que, dado el carácter subvencionado de la mayoría de los organizadores, pagamos entre todos a escote. Pero no nos apuremos, no, no nos sintamos culpables por fomentar el vicio con nuestro dinero, que no provocarán borrachera, que el espirituoso va perdiendo graduación.

Lo que no se pierde es la moral, vean si no las declaraciones de Uriel Bertran: ‘Si la autodeterminación fuera un partido, sería el primero […] es el proyecto que consigue un apoyo más importante, comparando el resultado (19% de votos) con los obtenidos por CiU (17,5% de votos) y por el PSC (14,9% de votos) en las autonómicas. El razonamiento aportado por el diputado de Esquerra debería ser de más calidad, dada la alta instancia representativa que ocupa. Sobre la primera parte del entrecomillado; la autodeterminación ya existe como partido, mejor dicho como partidos en plural, CiU, PSC, ICV y ERC o llevan en su ideario la autodeterminación o han votado en el Parlament a favor de ella, además, ¿Cómo es posible comparar un referéndum con unas elecciones? ¡A ver, los de ciudad!, esta es una merina, y esta, una churra, parecen iguales, pero no lo son; descontando la abstención, el voto en blanco y el voto nulo, que existen en los dos tipos de consultas, en un referéndum sólo hay disponibles dos opciones mientras que en unas elecciones hay multitud de ellas; cuando se reparte un pastel, a más comensales menos porción para cada uno, como cabe esperar de una sociedad plural como la catalana. Sobre la segunda parte del entrecomillado; de igual manera se podría decir que el proyecto que consigue el apoyo más importante (81%) es el autonomismo o, en puridad, el no independentismo.

¡Ay, Señor, Señor! El salmo 31, del Libro de los Salmos, ‘Intellectum tibi dabo…’ no parece estar hecho para Uriel. Y seguiremos pagando rondas.

Ángel Sánchez Ponce

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lunes, 8 de marzo de 2010

Fora Feixistes de la Universitat!

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Estudiantes ruidosos y matones de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) levantan o cierran, cual aduaneros, la barrera a las personas en función de la ideología. Ahora han tratado de vetar a Rosa Díez, antes lo habían intentado con otros. Consentidos en sus casas y por el Poder, estos jóvenes escupen rítmicamente la palabra “in-de-pen-dència” al tiempo que golpean con saña a sus enemigos al grito de “Fora feixistes de la Universitat!”.

Los Estatutos de la UAB proclaman que el desarrollo de sus actividades se ha de inspirar en los principios de libertad, democracia, justicia, igualdad y solidaridad. También disponen que es deber de todos los integrantes de la comunidad educativa (los estudiantes forman parte de ella) atenerse y dar plena efectividad a estos principios. Asimismo, destacan que la Universidad ha de poner especial celo en garantizar la libertad de expresión y de reunión y en orientar la docencia y la actividad universitaria a favor de la cultura de la paz, el respeto a los derechos humanos y el progreso social.

La imagen del decano Cardús chorreando pintura refleja que los cachorros ya no son controlables por aquellos de sus maestros que han sembrado el odio hacia lo español. Se han pasado en las dosis manipulativas y han pervertido a criaturas a las que no les importa despreciar los valores democráticos para defender el estereotipo de la identidad obligatoria.

Los años de tendenciosidad educativa y de impunidad para los violentos en las Universidades catalanas deben acabarse. La solución es recurrir a la buena educación, aquella que defiende la razón sobre la intolerancia y el respeto al diferente, no su aniquilación. Los que han usurpado, sin ningún titulo, las aduanas universitarias y se permiten mandar, chulesca y violentamente, en el recinto deben ser expulsados por no respetar los principios que debieran primar en la Universidad. La rectora tiene la palabra y la responsabilidad de hacer cumplir sus Estatutos. Pues eso, “Fora feixistes de la Universitat!”.

Mi completa solidaridad con Rosa Díez y con todos aquellos que sufren y han sufrido la intransigencia de totalitarios que no saben lo que es la democracia.

José Domingo

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jueves, 4 de marzo de 2010

AGUA Y JABÓN

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Durante los recientes carnavales ha sido un espectáculo presenciar cómo tal fiesta ha sido la excusa perfecta para por unos días o por unas horas, lanzarse a abandonar y ocultar lo que se es con el deseo de crear la ficción de lo que por unos días o por unas horas, o por toda la vida, ¡quién sabe!, se quisiera ser. El juego esconde el febril y liberador deseo de fingir otra realidad cuando de la real se quiere huir.

Me detuve en pensar cuán semejante es, en la Cataluña actual, el comportamiento de muchos de los que detentan el poder político, también de quienes lo sufren, y cómo, unos y otros, se adentran en el carnaval de olvidar lo que son (y que lo olviden los demás) y de crear la ficción (y que la crean los demás) de lo que quisieran ser.

Y es que esta Cataluña en la que vivimos, la de la imposición nacionalista, la de la desconfianza y el miedo, la que cierra los ojos ante lo que está pasando, se presta al teatro, a la apariencia de lo que no es, y a la ocultación de lo que sí es.

Todo ello ha posibilitado que hoy estemos más solos, menos acompañados, salvo de los que, por necesidad, recalan aquí buscando, aunque sea bajo la imposición del poder nacionalista, un horizonte donde sea posible aspirar a vivir. Así, a esta Cataluña de hoy, la del poder nacionalista ejercido inicialmente por quien se sospechaba y más tarde por aquellos de quienes inicialmente no era previsible sospecharlo, unos ya no vienen pues la encuentran tosca y provinciana. Y otros, muchos de los que con su esfuerzo han participado en crearla, se van a sus tierras de origen o a otras donde sea más fácil vivir sin tanta opresión, mientras sienten de golpe un sentimiento de ajenidad y extranjería que les cuesta comprender.

Pero, mientras el poder nacionalista sigue construyendo su estado nacional, muchos de los que se quedan viven atenazados por la limitación de derechos, por las imposiciones, por el miedo, o, en otros casos, por la actitud de cerrar puertas y ventanas al conocimiento de lo que ocurre. Y cuando hay miedo o temor, hay silencio. Y cuando no se sabe qué hacer, se permanece quieto. Y cuando no se sabe qué decir, se calla.

Así, salvo algunos pocos que escaso eco en los medios, casi todos callan; unos buscando entre el miedo y la impotencia una mayor acomodación, otros mirando hacia otro lugar, como se elude contemplar el provocativo muñón de quien con la ostentación del mismo nos enfrenta a nuestra conciencia algo dormida...

Y así vivimos aquí.

El poder nacionalista no desea reconocer su imposición, y urde tretas y artimañas, juegos de palabras, artificios y piruetas legales de dudosa legalidad para disimular la imposición lingüística, la coerción, la sanción, en definitiva, la limitación de derechos hacia la mitad, al menos, de la sociedad catalana. Pero con lenguaje de corderillo manso, sin abandonar los hechos que consuman la imposición, aquí o allá, en el Parlamento español, finge ser quien no es: el poder político interesado por el progreso de todos y respetuoso con los derechos de cualquiera. Pero no es así. Va disfrazado; no quiere ser cosa distinta a lo que es, pero sí quiere engañar sobre sus intenciones. Así vivimos.

Una parte de nuestra sociedad, aquella a quien se le han impuesto ya demasiadas restricciones en materia de libertad e igualdad, demasiada coerción y demasiada sanción como para que sean capaces de hablar de estos temas sin reservas, calla, entre la conformidad y la impotencia. Es quizá más fácil ceder, y se da así el primer paso atrás. Pero no bastará, y el camino hacia la aceptación del atropello se habrá ya iniciado. Seguirá una nueva imposición y un nuevo paso atrás.

Han conseguido con décadas de silencioso trabajo desde el poder que hoy ya nadie quiera ser reconocido como hispanohablante en la Cataluña nacionalista, y guarda su condición, casi avergonzado, mientras se lanza sin pudor a hablar una lengua que no domina. Y ello, no por soltarse en su aprendizaje voluntario, sino para esconder una condición sobre la que sibilinamente se proyecta el reproche del poder y es merecedora de la sanción institucional. En esta situación podemos ver a la mayor parte del poder político local de los ayuntamientos del cinturón rojo, de esa izquierda que no lo es, de ese socialismo que tampoco lo es, de esa casta que es sólo de poder y que para conservarlo abdica de su inicial condición de izquierda, de socialista y de hispanohablante. Y esconden la misma. Y es que el antiespañolismo aplicado por un español a la propia persona es una creación surgida en la Cataluña autonómica nacionalista. Los ejemplos nos abruman y sus disfraces diarios también. Así vivimos también.

Otros optan por no reparar demasiado en lo que acontece, en mirar hacia otro lugar o en dejarse mecer cansinamente por el lenguaje oficial, confiando en que lo mejor es que la vida sea como nos la presentan. La Austria de fin de siglo, la del Imperio Austrohúngaro, vivía entregada al baile, al torbellino de la danza, al vals “Danubio azul”; decidida a ignorar que a sus pies el imperio se derrumbaba. Y se derrumbó. Aquí hablamos de fútbol mientras se practica la secesión de la sociedad y la eliminación de los derechos de una parte de ella. Disfrazados de hadas, de príncipes o princesas, de belleza y maravilla, los que se empecinan en mirar hacia otro lado esconden bajo el disfraz la cobardía de su vida diaria y, fingiendo lo que quisieran fuese y no es, se olvidan y esconden lo que de verdad es. Así seguimos viviendo.

Así es la vida de hoy en Cataluña, conviviendo con la irrenunciable imposición del poder nacionalista, con la desconfianza y el miedo de unos; con el mirar hacia otra parte de otros; con la terrible pérdida para todos. Ya no somos quienes fuimos; desgraciadamente ésta es la antesala de un Estado en el que lo español será extranjero. Y enemigo. A ello han contribuido espléndidamente los colaboradores, los que siendo otra cosa esconden lo que son para asemejarse a quienes quisieran ser.

Sólo un pequeño núcleo, de escaso eco mediático, permanece activo, ajeno a la feria del disfraz.

Para dentro de unos meses, aunque entonces sea noviembre, iniciaremos una nueva fiesta de carnaval. Y todos fingirán de nuevo, con mayor empeño aun, ser lo que no son. Y todos ocultarán bajo el disfraz lo que de verdad son. Y así en el carnaval de la confusión, en el que nadie es lo que parece y muchos de los que parecen no son, tendremos, de nuevo, que escoger.

Ni la mentira nacionalista; ni el miedo castellanohablante de lo que se es o el deseo irrefrenable de no-castellanohablante que se quisiera ser; ni la aceptación culposa de la imposición que no debiera ser, nos librarán de errar en la elección.

Es preciso retirar máscaras, y enfrentarse a la verdad, a la única verdad, a la verdad de que un poder nacionalista de férreas intenciones de construcción nacional de lo catalán, lima y acobarda a la sociedad civil; y que frente a ello unos temen y ceden y otros aceptan o colaboran. Esa es la verdad, la que emerge de debajo del disfraz. Pero con los demás poderes públicos silenciosos o entregados me temo que cuando llegue el momento nada será lo que debiera ser y que el carnaval, aunque sea ya noviembre, proseguirá.

A los no nacionalistas nos corresponde, sin embargo, la labor de desenmascarar a todos los que participan del carnaval. Muy especialmente, a quienes lo organizan. Así que ¡máscaras al suelo¡ y para todos algo sencillo y claro ¡agua y jabón¡

María José Peña

2 de Marzo de 2010

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lunes, 1 de marzo de 2010

LOS HECHOS CONTRA LAS PALABRAS

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Montilla se presentó a las elecciones autonómicas de 2006 con un lema que tuvo fortuna ‘Hechos, no palabras’. Llegados al ocaso de su mandato, es hora de contrastar cuánto ha habido de lo uno y de lo otro porque la coherencia en la política se da cuando las palabras son sólo un reflejo de las obras El Presidente de la Generalitat suele distinguir en sus intervenciones públicas entre lo prioritario y lo importante. Según él, lo prioritario es la crisis, pero dedica la mayor parte de su tiempo a los «temas importantes». Consisten, por ejemplo, en advertir y multar a comercios por no tener en catalán los rótulos y las señalizaciones escritas; en obligar a exhibir en catalán el 50% de las películas que se estrenen en Cataluña; en condicionar el acceso de los profesores a la universidad al conocimiento de la nueva «lengua propia» de Montilla; en crear siete, ocho o nueve veguerías para sustituir a las cuatro diputaciones provinciales; en firmar convenios de millones de euros con Plataformas y asociaciones independentistas; o en pagar viajes a comitivas a países exóticos para inaugurar exposiciones sobre temas tan exóticos como el país que las acoge…

El problema es que lo prioritario y lo importante están conectados hasta tal punto, que lo que es importante para el Gobierno «catalanista y de progreso» suele ser letal y terrible para lo prioritario, luchar contra la crisis.

Para el desarrollo de la sociedad catalana, lo esencial y urgente es promover el consumo, fomentar la exportación, conseguir líneas de crédito, asegurar y crear puestos de trabajo y afianzar y renovar el modelo productivo; no dedicar esfuerzos e inversiones para que agentes de consumo, cumpliendo órdenes de autoridades fanatizadas, revisen hasta el más nimio detalle de las facturas y las ofertas de servicio para comprobar la lengua en la que están escritas. El cambio en el modelo productivo pasa por atraer a los mejores investigadores y docentes a la Universidad catalana y no por condicionar su presencia a sus conocimientos lingüísticos autóctonos, más cuando la lengua franca universitaria es el inglés. Empresas y familias se aprietan el cinturón tratando de suprimir gastos superfluos y, por el contrario, el Gobierno dispara el endeudamiento público y, manirroto, pretende crear nuevos mamotretos organizativos, como las veguerías, o artificiosas entidades, como la proyectada Agencia Catalana de la Inspección de Trabajo.

Es, por ejemplo, un hecho, y no palabras, que el Gobierno de la Generalitat es un gobierno moroso. Uno de cada tres concursos (quiebras) que se presentan ante los Juzgados de lo Mercantil tiene su causa en el impago de créditos. La Ley de contratos del sector público dispone que la Administración Pública debe pagar en sesenta días a contratistas y proveedores y el Gobierno catalán lo hace en noventa. Además, no acierta con los instrumentos que facilitan la financiación – sobre todo, a las PYMES – y muchas empresas viables echan la persiana, desesperadas por la falta de liquidez.

Ascenso, movilidad y cohesión social son también iconos referentes para el pijo – progresismo que ocupa el poder en Cataluña. Sin embargo, no es la igualdad lo que les preocupa, sino el mantenimiento de la diferencia social. El catalán en la escuela pública y en la mayoría de la concertada es la lengua vehicular y de aprendizaje del sistema educativo. Este mandato no rige para las élites catalanas que lo eluden enviando a sus hijos a centros privados en los que la escolarización se hace en lenguas extranjeras. Lo ha confirmado la esposa del Presidente Montilla: educa a sus hijos en alemán y en inglés porque eso les proporcionará mejores salidas profesionales que hacerlo sólo en catalán.

El Proyecto de Ley de acogida a las personas inmigradas y retornadas crea un servicio público destinado a dar formación e información a los extranjeros. Cuando se apruebe la Ley, los empadronados en Cataluña, podrán acudir «voluntariamente» al servicio de acogida de sus municipios en los que se impartirán clases de lengua, cultura del entorno y de derechos laborales. La medida, aparentemente, pretende facilitar la autonomía y la movilidad social de los extranjeros. ¿Dónde está la trampa? Para «ascender» los inmigrantes necesitarán previamente un certificado oficial que tendrá efectos en los procesos de extranjería y que sólo se extenderá cuando acrediten conocimientos de catalán y de aranés, en el Valle de Arán. Los derechos políticos y, presumiblemente, también los sociales, de estos colectivos dependerán del conocimiento de estas lenguas. Sorprendentemente, para el Gobierno catalán, el conocimiento de una lengua internacional, como el español, no es imprescindible para facilitar la movilidad social de los extranjeros en España.

Estos son los hechos del tripartito que ponen de manifiesto que sus prioridades no pasan por avanzar en lo «social» sino porque su peculiar modo de ver el catalanismo (esa palabra inventada para disimular su voraz nacionalismo) avance socialmente.

José Domingo

(El Mundo -28/02/2010)

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