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La subvención de los medios de comunicación públicos es, hasta cierto punto, razonable, al cabo, son medios de titularidad estatal o comunitaria y la Administración vela por ‘sus’ intereses y, colateralmente, por una información cuyas fuentes no dependan exclusivamente de los magnates de la comunicación. Esto lo hacen o lo han hecho todos los gobiernos. Financiar a fondo perdido, como se hace en Cataluña, los medios privados, cuya propiedad como es evidente no es pública, es una cosa muy distinta, descartado el fomento de la pluralidad de fuentes, sólo cabe relacionarla, forzosamente, con el intento por parte de la Administración de su domesticación y pastoreo. Si, hasta ahora, el éxito del amaestramiento pasaba más o menos desapercibido, después del “editorialazo” la situación queda meridianamente clara: defunción de la independencia y pluralidad informativa por cambio de rol de los medios, que pasan a ser medios de propagación en lugar de comunicación.
Ésta no es una prostitución forzosa puesto que no siempre pago significa venta, ahí estaba la opción, el periodismo debe ser audaz y valiente si quiere ser periodismo y la elección no ha podido ser más contraria a su fundamento, a su consustancia. La sociedad catalana no necesita más portavoz del gobierno que el oficialmente existente, de ahí que la credibilidad de los medios que han hecho de mecanismo de transmisión de las directivas que emanan del Palau de la Generalitat haya quedado en entredicho y malparada. Esta servidumbre es causa en este asunto, además, de un efecto perverso, la presión, incluso podría decirse coacción (como se desprende de algún párrafo del editorial) sobre el Tribunal Constitucional, intolerable para cualquier democracia que se precie de serlo.
Por otra parte, la adhesión masiva al editorial, como pregona el catalanismo, no es tal, son los mismos de siempre, las plataformas, asociaciones y entidades subvencionadas y algún que otro chantajeado emocionalmente que, atrapado entre la espada y la pared, difícilmente se atrevería a significarse.
Una vez más el nacionalismo tritura la libertad de expresión y el derecho a ser informado pluralmente, se hacía en el anterior régimen mediante imposición y, se hace en éste, mediante compra, que es un modo más suave de imposición. Por eso, ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿quién se arriesga a no seguir el juego y quedarse sin los pingües fondos de la subvención? dadas las circunstancias, el editorial de los ‘doce apóstoles’ es un editorial de conveniencia mutua, pura simbiosis entre tiburón y peces piloto, éstos comen y aquél se deshace de la podredumbre de sus dientes, ¿qué mayor satisfacción puede haber, para un gobierno, que la unanimidad de los periodistas en cuanto a su gestión? El súmmum de la felicidad del político, ¡el éxtasis!, de ahí tanto parabién y tanto sentirse orgulloso como prácticamente la totalidad de la clase política catalana ha expresado.
Ésta no es una prostitución forzosa puesto que no siempre pago significa venta, ahí estaba la opción, el periodismo debe ser audaz y valiente si quiere ser periodismo y la elección no ha podido ser más contraria a su fundamento, a su consustancia. La sociedad catalana no necesita más portavoz del gobierno que el oficialmente existente, de ahí que la credibilidad de los medios que han hecho de mecanismo de transmisión de las directivas que emanan del Palau de la Generalitat haya quedado en entredicho y malparada. Esta servidumbre es causa en este asunto, además, de un efecto perverso, la presión, incluso podría decirse coacción (como se desprende de algún párrafo del editorial) sobre el Tribunal Constitucional, intolerable para cualquier democracia que se precie de serlo.
Por otra parte, la adhesión masiva al editorial, como pregona el catalanismo, no es tal, son los mismos de siempre, las plataformas, asociaciones y entidades subvencionadas y algún que otro chantajeado emocionalmente que, atrapado entre la espada y la pared, difícilmente se atrevería a significarse.
Una vez más el nacionalismo tritura la libertad de expresión y el derecho a ser informado pluralmente, se hacía en el anterior régimen mediante imposición y, se hace en éste, mediante compra, que es un modo más suave de imposición. Por eso, ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿quién se arriesga a no seguir el juego y quedarse sin los pingües fondos de la subvención? dadas las circunstancias, el editorial de los ‘doce apóstoles’ es un editorial de conveniencia mutua, pura simbiosis entre tiburón y peces piloto, éstos comen y aquél se deshace de la podredumbre de sus dientes, ¿qué mayor satisfacción puede haber, para un gobierno, que la unanimidad de los periodistas en cuanto a su gestión? El súmmum de la felicidad del político, ¡el éxtasis!, de ahí tanto parabién y tanto sentirse orgulloso como prácticamente la totalidad de la clase política catalana ha expresado.
5-12-2009 A. Sánchez Ponce
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