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Algunos comentaristas han advertido últimamente sobre el proceso de italianización de la política catalana a raíz del enjuiciamiento de algunos políticos y prohombres de la denominada sociedad civil relacionados con casos de corrupción. No es sólo el aprovechamiento de las ventajas políticas para disfrute personal lo que conecta el modelo catalán con el italiano. Al igual que ocurrió en Italia, la desafección es campo idóneo para hacer emerger una pluralidad de formaciones que quieren aprovechar el desencuentro entre sociedad e instituciones políticas. No obstante, he de reconocer que en la lucha por el hueco político hay casos en que las estrategias desbordan la imaginación. Analicemos el más reciente.
El fiasco de las consultas soberanistas nos permite llegar a algunas conclusiones. La primera, que la historia del desapego de Cataluña hacía el resto de España y la necesidad de acabar con cientos de años de espacio compartido es un invento de nacionalistas. La segunda, que la ambición independentista está sobredimensionada por algunos políticos y medios de comunicación. La sorpresa final, sin embargo, ha sido todo un acontecimiento. Resulta que todo el entramado de consultas por la independencia escondía, al parecer, el caballo de Troya de la preparación de una nueva formación política liderada, entre otros, por Joan Laporta. Ésta es la prueba definitiva del proceso de italianización de la política catalana. Faltaba el personaje berlusconiano y ya contamos con él. Laporta, como Berlusconi, es un político populista de derechas, preside un club de fútbol del que se aprovecha sin ningún tipo de pudor, tiene debilidad por las “velinas” y sufre de manía persecutoria (lo de la conspiración de las aerolíneas y de las autoridades gubernamentales españolas –Zapatero es un barcelonista confeso- para obligar al avión de Turkish Airlines a parar en el aeropuerto Ataturk en el viaje del Barça a Abu Dhabi es delirante). También, como al Cavaliere, los escándalos persiguen a nuestro peculiar Braveheart catalán. Le deseo que su aterrizaje en la realidad de la confrontación partidista sea menos doloroso que el del referente italiano.
El fiasco de las consultas soberanistas nos permite llegar a algunas conclusiones. La primera, que la historia del desapego de Cataluña hacía el resto de España y la necesidad de acabar con cientos de años de espacio compartido es un invento de nacionalistas. La segunda, que la ambición independentista está sobredimensionada por algunos políticos y medios de comunicación. La sorpresa final, sin embargo, ha sido todo un acontecimiento. Resulta que todo el entramado de consultas por la independencia escondía, al parecer, el caballo de Troya de la preparación de una nueva formación política liderada, entre otros, por Joan Laporta. Ésta es la prueba definitiva del proceso de italianización de la política catalana. Faltaba el personaje berlusconiano y ya contamos con él. Laporta, como Berlusconi, es un político populista de derechas, preside un club de fútbol del que se aprovecha sin ningún tipo de pudor, tiene debilidad por las “velinas” y sufre de manía persecutoria (lo de la conspiración de las aerolíneas y de las autoridades gubernamentales españolas –Zapatero es un barcelonista confeso- para obligar al avión de Turkish Airlines a parar en el aeropuerto Ataturk en el viaje del Barça a Abu Dhabi es delirante). También, como al Cavaliere, los escándalos persiguen a nuestro peculiar Braveheart catalán. Le deseo que su aterrizaje en la realidad de la confrontación partidista sea menos doloroso que el del referente italiano.
José Domingo
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