En el año 2011 se elaborará el censo de población y viviendas que realiza cada diez años el Instituto Nacional de Estadística. El carácter exhaustivo del censo permite que los datos obtenidos no estén sujetos a limitaciones derivadas de la probabilidad estadística como en las encuestas o estudios de muestreo. Por eso, el censo es el instrumento adecuado para conocer, entre otras variables, la realidad sociolingüística en un territorio y las Naciones Unidas recomiendan la inclusión en los cuestionarios de preguntas sobre la lengua de identificación de la población (lengua materna, lengua propia y lengua habitual).
En este mismo orden de factores, la Ley de Política Lingüística obliga a la Generalitat a elaborar un mapa sociolingüístico de Cataluña que debe ser revisado cada cinco años. Un mapa sociolingüístico consiste en identificar los idiomas y las habilidades lingüísticas (comprensión, habla, lectura y escritura) de los residentes en una determinada zona.
Si siempre es trascendental conocer estos datos, ahora es más conveniente que nunca debido a los importantes cambios demográficos acontecidos por el fenómeno migratorio en Cataluña, y los efectos de la inmersión lingüística en la educación. Sin embargo, los grupos del tripartito y CiU se han opuesto recientemente en el Parlamento de Cataluña a la inclusión de preguntas de contenido lingïuístico en el censo; consideran que con la encuesta de usos lingüísticos es suficiente (la última se celebró en el año 2007 sobre una muestra de poco más de 7100 personas), y fundamentan su negativa en su elevado coste.
Es evidente que el nacionalismo catalán no tiene interés en fotografiar ni los idiomas ni las habilidades lingüísticas de los residentes en Cataluña porque el concepto de “lengua propia del territorio” es su único referente. Estamos, por lo tanto, ante una concepción geológica de la lengua catalana que pasa por encima de los derechos lingüísticos de las personas, es la lengua el sujeto de los derechos, no los ciudadanos. Así lo argumentó la diputada de ERC, María Mercè Roca, en el debate parlamentario: “…moltes persones que viuen a Catalunya tenen com a llengua primera o llengua pròpia, o llengua familiar, el castellà, i és veritat; i moltes persones, també, que viuen a Catalunya, tenen com a llengua primera l’àrab, o moltes d’altres. Però no parlem d’això, parlem del català com a llengua que s’ha format al mateix temps que s’ha format el territori. No és cap troballa ni és cap invent d’ara mateix, la llengua catalana ha nascut aquí i s’ha anat configurant en un país que s’ha configura alhora amb la llengua. Li ho repeteixo: podran haver-hi milions de persones a casa nostra que tinguin com a llengua primera o familiar qualsevol dels centenars de llengües que es parlen avui dia aquí, però només el català és la llengua és la llengua pròpia, només el català és la llengua territorial de Catalunya.”
Es decir, el hecho de que el castellano pudiera ser sociológicamente la lengua de la mayoría de los catalanes no constituye ninguna fuente de derechos para los ciudadanos que la hablan, puesto que en Cataluña lo trascendental es la lengua petrea, es decir, la conformada por el territorio. Después de analizar las clarificadoras palabras de la diputada Roca, habrá que revisar conceptos. Lo sustancial no es la sociolingüística, que es la disciplina que se ocupa de las relaciones entre lengua y sociedad, sino la petrolingüística porque lo fundamental es el análisis de las propiedades químicas, minerológicas, físicas y cronológicas de la lengua catalana con el territorio en el que se formó. Ya ven, la cuestión de la lengua a la que tantas y tantas páginas se le han dedicado es sólo una cosa de rocas.
José Domingo
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