Está tomando por costumbre el tripartito legislar a la contra, lo hizo cambiando la ley ante las múltiples sentencias adversas sobre la famosa casilla en los formularios de inscripción a los colegios y lo hace ahora, del mismo modo, al tratar de sustituir al dimitido Albert Sáez por el antiguo secretario de Comunicación de la Generalitat de Cataluña, Enric Marín; sí, el mismo que quiso restringir la actuación de los medios de comunicación cuando el asunto del hundimiento del Carmelo, propuesto por Montilla y cía. para presidir el Consejo de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales. ¡Qué ironía!
La pregunta brota casi sin pensar: ¿por qué tomarse tantas molestias, y cambiar la ley arrebatadamente, en lugar de proponer un candidato de consenso, si tan sólo faltan para las elecciones autonómicas 6 meses?, la respuesta irrumpe, también, casi sin la previa meditación: Merece la pena tener un fiel afín al frente de los medios púbicos de comunicación, durante la campaña electoral, a pesar de la imagen autoritaria que pueda dar una medida como esa.
Dejo las triquiñuelas y subterfugios de la política para centrarme en ‘el perla’ elegido (en su momento denunció a Iván Tubau por acoso a una alumna: los tribunales pusieron a cada cual en su sitio) para presidir la CCMA, “…Eso es lo que pasó con el nuevo nacionalismo español de Ciudadanos, precedente del españolismo duro, intransigente y retóricamente progresista del partido de Rosa Díez. Ahora podría volver a pasar con la derecha xenófoba. El fenómeno de esta nueva extrema derecha que ya se ha liberado de la simbología fascista se ha ido generalizando…”. Si al fulano no le desacreditan estas palabras -a ojos del gobierno de la Generalitat-para un cargo tan relevante, tampoco debería ser yo desacreditado por las mías. Este hombre pretende que los que se oponen al sectarismo nacionalista actúen como la orquesta del Titanic, aceptando la fatalidad sin oponer resistencia alguna, de lo contrario, aplica ‘su acertado’ juicio de valor sobre la condición del disidente con la intención de excluirlo de la sociedad civil y apartarlo de todo derecho derivado de la ciudadanía que, en un estado democrático como el nuestro, es consustancial e inherente a ella. Señores, nos hundiremos como la orquesta, pudiera ser, pero no sin resistencia.
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