Escribo desde España; desde Cataluña, España. Apenas me puedo concentrar entre los gritos de entusiasmo de todo un pueblo, de unas tracas sólo comparables a las de Valencia en fallas, de unos coches enfebrecidos tocando el claxon, de uno en particular que lleva a toda pastilla el Himno Nacional, mientras la gente lo corea a su paso, no creí que tanta gente conociese la letra (creo recordar que era de Pemán), de la tele que no para… : ESPAÑA ES CAMPEONA DEL MUNDIAL DE FUTBOL.
No ha hecho falta pagar autobuses ni bocatas de mortadela revenida para que se organice la manifestación espontanea de un pueblo o de una inmensa cantidad de ese pueblo; desde algo tan sano como es el deporte, cuando es deporte, un pueblo se ha unido: ESPAÑA ES CAMPEONA DEL MUNDIAL DE FUTBOL.
¿Por qué a los políticos no se les aplica la ley de igual modo que al resto de los mortales? Creo que jamás encontraré una respuesta lógica a esta pregunta; porque creo que nunca a los ciudadanos, ni individual ni colectivamente se nos permitirá transgredir las leyes.
El escándalo está servido. No hace falta citar casos concretos. La corrupción por acciones individuales o en grupos, más o menos numerosos, está a la orden del día. Y ahora, esta tarde, dentro de escasos momentos desde los que escribo, se nos viene encima seguramente el que será el mayor caso de perversión de la legalidad vigente de toda la historia: una manifestación con la que se pretende hacer fuerza para que puedan incumplir las leyes precisamente aquellos que deberían velar –así lo prometieron o juraron en su día- por su cumplimiento; porque se pueden dar las excusas que se quiera, pero la única realidad, el fondo de todo esto, es que no se quiere acatar una legalidad, que es la que hay; una legalidad acordada democráticamente, y todo, porque no cuadra en el marco de los intereses de una clase de políticos sólo dispuesta a aceptar los preceptos que les gustan. Vamos, algo parecido podríamos encontrar si los violadores rechazasen las leyes que les inculpan. No creo exagerar.
Si se saltan los acuerdos legales, supongo que se les podrá considerar ilegales, ¿o vamos a seguir pasándonos la vida reservando el calificativo de delincuentes a quienes roban la barra de pan para sí y para los suyos (aunque sean otros quienes les hayan llevado a esos extremos), haciendo ojos ciegos a los otros, a esos que ya empezamos a percibir como nuestros falsos representantes, ya que sólo se representan a ellos mismos y, en todo caso, a quienes se someten a la arbitrariedad de sus caprichos.
Esa es la manifestación de esta tarde: una manifestación para permitirse los partidos políticos afiliados a la pseudo-religión nacionalista una especie de bula con la connivencia de un paupérrimo Gobierno de la Nación, que mira para otro lado, cuando no lo apoya explícitamente; eso sí, culpando de lo que sea al principal partido de la oposición, creyendo sin duda que quienes otrora les votamos vamos a ser tan ingenuos de hacerlo de nuevo porque hablen mal de terceros. Más les valdría, si quieren recuperar parte de ese voto, que hagan las cosas con más decencia y que, si quieren tratar a alguien de delincuentes lo hagan con quienes no cumplen la leyes emanadas de la Constitución y no las aceptan.
Juan Alonso
***
