A principios del S. XX, Max Weber defendía las comisiones de investigación; argumentaba, con razón, que potencian la transparencia de las instituciones y la imagen de éstas con respecto a la población y proponía la obligatoriedad de crearlas si lo pedía un 25% de parlamentarioso.
Dado el grado de corrupción política que sufrimos los españoles y el cacareado propósito de enmienda que los partidos dicen interiorizar, parece que las comisiones de investigación sobre corruptelas políticas deberían estar a la orden del día, pero no.
Recientemente el Parlament de Cataluña se ha negado a crear comisiones que investiguen los casos Millet y Pretoria, sin duda, por el temor a que los resultados de la investigación sean adversos a los intereses de los partidos implicados; sin embargo, la miopía de los partidos al respecto es colosal, porque, pongamos por caso el del alcalde socialista de Santa Coloma de Gramanet, ¿A quién beneficia una investigación de este tipo promovida por el parlamento además de a los ciudadanos?: Al partido socialista que gobierna. A poco que se piense un poco, sea cual sea el resultado de las pesquisas, los socialistas se benefician de ello por dos motivos, a) porque si se demuestra la inocencia de los imputados, la oposición queda en evidencia, con la consiguiente revalorización del PSC y del ridículo de los promotores de la comisión, y, b) si se demuestra la culpabilidad, los partidos comprometidos tienen la oportunidad de depurar la corrupción en sus filas, igualando su discurso ético-propagandístico con la realidad, a la vez que aprovechan la ocasión para argumentar la loable predisposición del partido a aceptar la creación de la comisión antes de la intervención de la justicia ordinaria y acusar, de paso, a la oposición de no hacer lo mismo con sus casos.
Hace un tiempo se votó en el Parlamento andaluz una moción presentada por el PP y por IU, en 'connivencia', instando a crear una comisión de investigación que intente aclarar las dudas surgidas sobre la actuación del ex-presidente de
Ciertamente, a nadie le gusta enseñar sus vergüenzas, aunque, se puede hacer con elegancia, y, además, se puede extraer de ello algo positivo para el partido según los razonamientos anteriormente descritos –a parte de la ganancia ‘colateral’ weberiana, en información y transparencia para el ciudadano-, por eso, es de tontos no aprovechar la ocasión y de listillos no dejar de socavar la democracia.
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