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Rellenando mi declaración de la renta me pregunto qué pasaría si el coste de la autonomía se encontrase desagregado. Quiero decir, si mis cuentas fiscales me mostrasen: esto es lo que cotizas y, este añadido es lo que, por tener autonomía, se encarece tu declaración.
Todos dicen que el estado de las autonomías ha acercado la administración al ciudadano, que se gestiona mejor, que compensa largamente… pues, la verdad, en estos momentos, con el lápiz y la calculadora en las manos, me gustaría que me lo justificaran. No creo que fuese difícil, ponerle cifras, tanto cuesta, pero tanto hemos ahorrado, tantos kilómetros de carretera se han hecho de más por la mejora de la gestión, tal es el índice de satisfacción del ciudadano autonómico respecto al que carece de esta ventajosa forma de administración pública, tantos cacos de más ha apresado la poli autonómica… Hoy día todo es mesurable. Digo esto porque, puestos a pagar, me gustaría, por lo menos, poder comparar entre una u otra gestión o, mejor aún, tener la oportunidad democrática de poder optar a que ése hipotético apartado extraordinario en mi declaración de la renta, fuese suprimido.
Desgraciadamente la cosa no funciona así. Todo se encuentra entremezclado. Lo malo, cuando todos pagamos el café para todos, es que si no tomas café, escotas igual. O sea, que si no gastas, haces el pichón. Como para más inri, la ley electoral que tenemos es fuertemente territorialista, la riqueza se reparte de manera directamente proporcional a como se reparten los votos. Y los parlamentarios regionalistas no van a repartir la riqueza de forma progresista en toda la nación, sino que van a representar un papel de lobbies de su comunidad, detrayendo recursos del total. Por no alargarlo, no voy a entrar ahora en la dramática contradicción que supone que un partido “de izquierdas” juegue a esto.
La cosa se complica cuando te das cuenta de que el coste de mi autonomía, en este estado de las autonomías, no sólo no se puede segregar del total, sino que, además, pasa lo mismo con el del resto de las autonomías. Así, si el gobierno de una autonomía gestiona mal y se sobreendeuda, no lo pagan sus ciudadanos, sino que lo pagamos todos. Lo malo de esto es que la mala gestión no es percibida por los directamente responsables de la misma.
Todo esto configura una organización fuertemente orientada al gasto. Ten autonomía, para que por lo menos parte de tus impuestos reviertan en tu comunidad aunque sea en forma de funcionarios innecesarios, y ten autonomía onerosa, o tus vecinos gastarán por ti lo que tú ahorres en gestión.
Y sobretodo pensaba en que una hipotética clarificación de los gastos fiscales de mi declaración, que me mostrase no sólo el coste de mi autonomía, sino lo que me cuestan la de los vecinos, es que a vueltas con el estatuto catalán, (y por extensión de la cláusula Camps) el valenciano, o el concierto vasco, por ejemplo, me pregunto si no deberíamos, aquí en Aragón, someterlos a referéndum o aplicarles una casilla en la renta. Porque afectarnos, nos afectan. A ver qué pasaba.
Román Lobera
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